viernes, 27 de marzo de 2009

Lectura de Cuentos en la Fase Preescolar de Educación Inicial



“Saca tus alas, emprende el vuelo y deja que te acompañen los ángeles del cielo”
María L. Carrero
La lectura de cuentos debe ser una actividad frecuente en la fase preescolar de Educación Inicial, ya que permite que se establezca un proceso de interacción entre el docente y el niño y la niña y el texto, lo cual no sólo brinda la oportunidad de apoyar las estrategias de comprensión lectora, sino también la relación y comunicación grupal posterior a la lectura leída o escuchada.
Sobre este particular, Alanís (2004), señala que la lectura constituye un vínculo entre el niño y la niña y su historia. Es uno de los medios más importantes por el cual aprende los conocimientos registrados sobre los hechos y las situaciones de su entorno, es la identificación de símbolos impresos o escritos y su reconocimiento en un contexto determinado “es una llave para escudriñar el pasado, para leer el presente y para dibujar el futuro” (p.24)
Ante esta referencia, se deduce que la lectura tiene sentido e intención, el direccionamiento del intelecto hacia un interés determinado, sin interés no hay lectura que valga y sin lectura no hay conexión con el mundo que rodea al niño y a la niña, por lo que, la lectura debe estar sustentada en sus intereses y necesidades del momento a fin de que produzca en los ojos de ello y ellas el brillo del encanto por la historia y la entonación de la voz de quien relata o lee un cuento.
Por tanto, saber leer es muy importante, pero saber contar las historias es un complemento necesario en la función docente, ya que la docencia exige no solamente el dominio de un contenido y de una técnica, sino las habilidades y la capacidad para contar el contenido y para situarlo en el contexto donde es significativo para el alumno y la alumna.
La literatura infantil, parafraseando a Alanís (ob. cit.), es una especialidad que conjuga sencillez, claridad de los conceptos, calidez en sus frases y precisión en los datos, pues no hay que olvidar que los niños y niñas son lógicos y directos, son creativos y dinámicos pero, fundamentalmente, sensibles y abiertos al aprendizaje.
Por otro lado, en el proceso perceptivo o de introducción a la lectura en los primeros años del niño y de la niña, la vista y el oído juegan un papel determinante, lo que ven y escuchan lo asocian para identificar su significado. Así una letra tiene para el niño y la niña un sonido propio, pero también es una imagen que, si bien puede ser similar a otra, en el proceso de aprehensión de la lectura ellos y ellas van discriminado las características que corresponde a cada signo escrito (Alanís ob. cit.)
Significa entonces, que según este autor, la discriminación visual y fónica constituyen el punto de partida para el aprendizaje de la lectura, en esta etapa la visión del niño y de la niña es más fija que dinámica pues el reconocimiento de los signos le hace centrar su atención visual en las características de la letras, su contraparte auditiva requiere de tiempo para establecer la correspondencia entre grafema y fonema, de allí, que la pronunciación de las letras y su significado sean un consecuencia de dicha correspondencia mental y contextual.
Esta forma de ver la lectura, acorde con los postulados del modelo interactivo que defienden ciertos autores como Solé (1992) y Morais (1998), cuenta con un lector activo que procesa en varios sentidos la información presente en el texto mediante las siguientes operaciones:
- Formula hipótesis predictivas y/o interpretativas: la cuales se encuentran estrechamente vinculadas a la anticipación o adelanto de información sobre el contenido de lo que se va a leer, con base a lo que se supone algo de lo que sigue en el texto, que puede ser evento, acción, desenlace, entre otros o supone un posible significado de una parte del texto el cual va ser verificado posteriormente (Campione y Day, 1994).
Cuando un lector aplica esta estrategia no utiliza todas las claves gráficas y gramaticales presentes en el texto, emplea sólo las más productivas porque están ligadas a su conocimiento previo, del lenguaje y del mundo, para formular hipótesis que al interactuar con el texto, la confirma o la rechaza.
- Realizar inferencias: las cuales representan un elemento estrechamente vinculado al conocimiento previo del niño o de la niña. González y Márquez (1997), señalan que éstas se pueden definir como “actividades cognitivas a través de las cuales el sujeto construye información nueva a partir de información ya disponible en su bagaje cognitivo” (p.105).
Por tanto, las inferencias requieren que el niño o la niña lleguen a razonar por vía del análisis de creencias y premisas o que descubra nuevas relaciones de la información presentada. Como se observa, son mecanismos que aunque se derivan del texto, incorporan elementos provenientes del conocimiento implícito de la persona.
- Construir interpretaciones parciales: esta estrategias se fundamenta en el dominio de las estructuras sintácticas básicas lo que permite al niño o a la niña ir expresando lo que va entendiendo de la información contenida en segmentos cortos del texto: oraciones complejas, párrafos.
Es por este motivo, que las estrategias mencionadas son relevantes para la compresión total del texto de un cuento por parte del niño y de la niña de la fase preescolar de Educación Inicial y, por consiguiente, para despertar en ellos y ellas el gusto, interés y apreciación por la lectura sea esta leída o escuchada. Según Patte (1994) “la lectura es un hecho pedagógico donde los niños y niñas tienen la libertad de interrumpir al docente que les lee el cuento, es un diálogo que se establece con el niño y que se complacen mutuamente” (p.140)
Con respecto a la lectura en voz alta, Hellman (citado por Henao 1989), señala que existe ciertas razones para leer a los niños y niñas en voz alta, que “les permite el modelado de patrones lingüísticos, sintácticos y fonémicos; identificarse con los modelos; provee una experiencia común para los oyentes; promueve habilidades de comprensión (lectura auditiva) y motiva a los niños a querer leer” (p. 2).
A tal efecto, el docente debe involucrar al niño y a la niña en la lectura de cuentos, es decir, que ellos y ellas lean juntos con el educador y lograr su atracción hacia el libro de cuentos y por ende hacia la lectura, ya que como lo indica Serrano (1994), “una lectura inapropiada, precoz o del gusto exclusivo del adulto, puede tener efectos devastadores en el potencial lector que es el niño y la niña” (p.41)
Por otro lado, el docente durante la lectura del cuento debe prestar especial atención a sus instrumentos personales como la voz, el ritmo, la modulación, entonación, silencios y pausas, entre otros, los cuales no deben contradecirse con los contenidos o situaciones que lee. Su voz debe ser clara, flexible y agradable al oído, bien fundamentada en una profunda y fácil respiración. Borneuf (1997).
Igualmente, debe atender al contenido para transmitir en un lenguaje y tiempo apropiado, la modulación de la voz, la entonación, los silencios, el manejo del suspenso, la imitación de algunos personajes, los gestos y expresión contribuyen a crear el clima mágico.
Cabe destacar, que cuando el oyente puede mantener la atención durante más tiempo, pero aun no puede leer ya es posible para el relator la lectura directa del texto. Hay que recordar, que la lectura textual enriquece el vocabulario y la estructura del lenguaje, dando al niño y a la niña otra visión del mundo, lo cual les permite expresarse con mayor riqueza de vocabulario y precisión en el uso de las palabras, pudiendo así elaborar mejor su pensamiento y comunicar sus emociones.
Es así como, que la literatura posee una función establecida como una forma de arte capaz de abrirse hacia los dilemas, hacia lo hipotético, bordeando mundos posibles a los que se pueden referir los textos Bruner (1983).
Además, es importante crear una atmósfera apropiada para que en ella se de una comunicación espontánea, de este modo se podrá sentir la atención, del niño y la niña, sus ojos agrandados de sorpresa, su sonrisa trémula, el rostro radiante en ensoñación, atemorizado, cuestionado, feliz, tranquilo o tranquila.
En definitiva, leerle a un niño o niña pequeña es una actividad compleja. La complejidad de estas situaciones de lectura resulta de la interacción de los participantes, el docente, los niños y las niñas, y el texto; en los tres momentos que conforman la situación: la introducción del cuento, el curso de la lectura y el intercambio posterior.
Se observa que, en la introducción al cuento, estas acciones consisten, en la activación del conocimiento y experiencias previas a partir del título, en proporcionar información del cuento que los niños y las niñas puedan no conocer, o en la anticipación del comienzo tradicional del cuento a través de fórmulas del tipo: Había una vez.
Así también, durante el curso de la lectura, es importante que el docente lea expresivamente, valiéndose de recursos prosódicos, que no interrumpa la lectura con preguntas irrelevantes y, que si se pide anticipación de la información, la respuesta sea fácilmente inferible del texto ya leído.
Es así, que el intercambio posterior proporciona una situación de interacción excelente para la construcción de un discurso narrativo oral. En esta interacción, el docente puede poner en juego estrategias de apoyo para el desarrollo de este tipo de discurso.
Por otra parte, es importante tener en cuenta la reconstrucción del cuento y la secuencia temporal y casual de los eventos, para que no detenga en detalles sino que atienda a la información de las categorías estructurales del cuento.
Asimismo, si se activan conocimientos y experiencias previas para facilitar la comprensión es preciso que se los remita al cuento. Una cuidadosa lectura del cuento mostrará al docente qué información necesita ser inferida para comprender el texto. De esta manera, puede adelantarse a las posibles dificultades de los niños y las niñas aclarando o pidiendo la información ausente. Estas acciones tienen por objetivo apoyar el desarrollo de las estructuras narrativas en sus aspectos tanto cognitivos como discursitivos. Es importante que los docentes lean varias veces los cuentos. Esta actividad no sólo es beneficiosa para el desarrollo de estrategias de compresión, sino que también responde a los intereses de los niños y las niñas quienes con frecuencia lo piden.
La adquisición de la estructura narrativa no implica exclusivamente aprender a hacer un uso inventivo del cuento. Este esquema también opera en la organización de información no ficcional, en el relato de experimentos, de sucesos periodísticos, garantizando la transmisión eficiente y económica de la información.
Por otra parte, es preciso considerar otras acciones que atienden a los aspectos expresivos y estilísticos de los textos, acciones que abundan en la literatura escolar corriente (Rodari, 1982). Estas acciones que hacen hincapié en estructuras con función poética y apuntan al desarrollo de valores estéticos.
Conviene que los cuentos leídos en clase permanezcan en la biblioteca del aula, al alcance de los niños y las niñas y que se promuevan situaciones en las que el niño y la niña pueden elegir un cuento ya leído y “leerlo”.
Asimismo, el contador de cuentos, es decir, el docente debe tener presente que hay cuentos para ser narrados y otros para ser leídos, como los cuentos folklóricos que fueron creados oralmente y subsisten a merced a la tradición oral, de ahí que adquieran mayor encanto al ser contados y no leídos. A su vez, existen cuentos para ser leídos textualmente por constituir obras literarias en las que las palabras del autor no pueden alterarse sin disminuir el canto poético que encierra el texto.
No obstante, según Medina (2004), al contar un cuento “pon una sonrisa en tu cara, con ella y un gesto amable invita a tus escuchas para que muy cómodos y junto a ti se dispongan a disfrutar de ese cuento, que estando escrito va a cobrar vida” (p.43). Cuando “lo leas hazlo tuyo primero, después con la inflexión y cadencia de tu voz transmítelo para que de muy dentro de ellos” (p.43)
En atención a lo expuesto, se puede concluir que en todos los casos, cuando los niños y niñas digan quiero que me cuentes o leas otro, se sabrá que se han establecido puentes en la comunicación con ellos y ellas y, seguramente, se habrá contagiado el entusiasmo del cuento y el amor por la lectura.